A 300 kilómetros por hora con cuatro cámaras a bordo

El domingo 27 de septiembre, Jorge Lorenzo se hizo con el primer puesto en el cajón en el Gran Premio de Motociclismo de Aragón. En Alcañiz lo disfrutaron más de 100.000 aficionados que no está nada mal, pero a pesar de la cercanía del asfalto, del sol, la compañía... el espectáculo estaba en la tele. Lo digo porque pude ver cómo público de postín, interesado en motociclismo y en plena zona VIP se asomaba a las pistas para ver la salida y la llegada y permanecía el resto del tiempo siguiendo las carreras en la tele. "Es donde mejor se ve", decían. Yo no soy ni de lejos público objetivo, pero cuando se ven las entrañas del circo de las motos, la percepción cambia.

Vaya por delante que, a pesar de esta introducción, no voy a pisar terreno de deportes ni de televisión, pero quien tenga en casa Movistar TV y sea aficionado a las motos habrá comprobado durante las transmisiones de los grandes premios que puede actuar como realizador eligiendo y combinando seis señales distintas, cuatro de ellas procedentes de las propias motos. De hecho, sobre la pista de Alcañiz, en la carrera de MotoGP había 77 cámaras montadas sobre motos.

La primera experiencia

Hace 30 años se instaló esta cámara a bordo de la máquina de Randy Mamola. Fue la primera transmisión desde una moto.

La visita al Gran Premio de Alcañiz coincide con que Dorna (titular de los derechos comerciales de MotoGP) quiere hablar de la electrónica que llevan las motos y que se cumplen 30 años de la primera emisión de imágenes de televisión desde una de estas máquinas. Fue en el circuito de Assen (Holanda) el 29 de junio de 1985 y la cámara estaba montada en la moto que pilotaba el estadounidense Randy Mamola. El truco que se utilizó fue separar los componentes de una cámara (lente, sensor CCD, CCU, antena, batería...) y distribuirlos en la estructura de la moto unidos por cable. Para montar el equipo tuvieron que restar dos litros de capacidad al depósito de combustible.

Mamola no partía como favorito, pero ese 29 de junio le dio por llover en Assen lo que le favorecía. Randy Mamola se colocó el primero desde la salida y no le adelantó nadie: la cámara sólo captó una carretera sobre la que llovía... Vamos, que si lo que Dorna buscaba era espectáculo, no lo logró.

Sin embargo, no desistieron y continuaron persiguiendo a las escuderías para instalar en sus motos equipos cada vez más avanzados, ligeros y complejos. Si el principio de separar los componentes necesarios para capturar la imagen y transmitirla se ha mantenido durante estos últimos 30 años, el resto ha evolucionado. Por ejemplo, durante los primeros años, la comunicación no se hacía directamente desde la centralita de la moto a las antenas, sino a un helicóptero que tenía que estar permanentemente encima de la moto a una distancia y altura determinadas para poder recibir la señal.

Reticencias

Al margen de la complejidad de la electrónica, los equipos no estaban por la labor de integrar componentes ajenos. Y es que la ingeniería de una moto de competición es tan precisa que hay que comprobar que el añadido de cualquier componente no suponga cambios en el equilibrio de la moto. Así justificaba Kouichi Tsuji, director general de la división de Motosport de Yamaha, la reticencia a integrar electrónica complementaria. "No va a suceder nada por ponerlas, pero hay que comprobarlo. Una vez testeadas, las cámaras a bordo son buenas para el negocio y el espectáculo". Ésa es la clave, el espectáculo.

El actual esquema de esta electrónica para el espectáculo a bordo de las motos de competición se compone de cuatro cámaras de definición HP y formato 16:9 y con CCD de uno y dos tercios de pulgada (frontal, trasera orientada hacia el piloto, trasera orientada hacia atrás y otra especial), una unidad central que recibe la imagen de las cuatro cámaras, la centralita que se encarga de procesar los datos para emitirlos y cuatro antenas para GPS, vídeo, radiofrecuencia y datos telemétricos. Porque, para complementar el espectáculo, no sólo se transmite vídeo, sino que se sabe en cada momento, dónde está la moto, la velocidad engranada, la aceleración, la frenada, las revoluciones por minuto, y el ángulo de inclinación. Además, sobre el piloto, oculto en el slider (las protecciones de rodillas, codos y hombros) lleva un sensor que se activa cuando toca el suelo y conecta un micro para poder oír el sonido del roce. Estos datos se utilizan en los gráficos en tiempo real y en las repeticiones.

La próxima vez que vea un Gran Premio de motos, lo verá de forma diferente.

Fuente: http://www.elmundo.es/tecnologia/2015/09/30/560ab25522601d93768b458e.html

Categoría: OCIO Miércoles 30 de Septiembre del 2015

'Cabaret' abre de nuevo

I am a camera, de Cristopher Isherwood, sirvió a Bob Fosse de inspiración para dirigir el musical Cabaret. En el segundo párrafo de la novela de Isherwood aparece la frase: "Soy una cámara con el obturador abierto; completamente pasivo, no pienso: registro". En homenaje a esta imagen literaria, Edu Soto renacido como Maestro de Ceremonias, se asoma por el ojo de una cámara en el potente arranque de la última versión del musical, que llega al Teatro Rialto a partir del 1 de octubre.

"Willkomen! Bienvenue! Wellcome!". El grito de guerra del MCee (Maestro de Ceremonias) vuelve a sonar en el Kit Kat Klub, que en esta nueva producción, que ha costado unos tres millones de euros y serán ocho al final de la temporada, cuenta con los actores Cristina Castaño y Dani Muriel como Sally Bowles y Clifford Bradshaw.

Por si alguien no recuerda o no ha visto la película que encumbró a Liza Minnelli y le valió en 1972 el Oscar a la Mejor Actriz, así como el de Mejor Actor de Reparto a Joel Grey y el de Mejor Director a Bob Fosse, Cabaret narra el difícil desarrollo de dos historias de amor en el opresivo ambiente del Berlín de 1931, con Hitler a punto de subir al poder.

Cliff Bradshaw es un escritor americano con un bloqueo mental considerable que visita Berlín en busca de inspiración para su próxima novela. Allí conoce a Ernest Ludwig (Víctor Díaz), un simpático filonazi, y de su mano llega a la pensión de Fräulen Schneider (Marta Ribera). En su deambular entra en el Kit Kat Klub donde conoce a Sally Bowles, la cantante inglesa del local que le seduce e, inmediatamente, se muda a vivir con él. Mientras, Fräulen Schneider es cortejada por el frutero judío Herr Schultz (Enrique R. del Portal).

Cristina Castaño como Sally Bowles. SERGIO GONZÁLEZ

Todo ese microcosmos siente cómo se enrarece el ambiente por los signos que demuestran que algo está a punto de cambiar en Alemania. Las parejas de Cliff y Sally y Schultz y Schneider tienen necesariamente que cambiar y adaptarse a la situación o romperse para siempre.

Incapaz de sustraerse a la famosa película de Bob Fosse (y decidido, de hecho, a no hacerlo), Jaime Azpilicueta, director de Cabaret, ha querido ofrecer una imagen completamente distinta a la decadencia que rezumaba el Kit Kat Klub que abrió sus puertas en Madrid, en 2003, en el Teatro Nuevo Alcalá. En aquel, reflejo de la versión que dirigió Sam Mendes en 1993, todo parecía tan paupérrimo y cutre como la loza desportillada. En éste, Azpilicueta ha reinventado el local y a sus habitantes conforme a una idea que no deja de perseguirle.

"Hay una imagen en la película de Fosse, en la que se ve a los clientes del Kit Kat Klub reflejados en espejos y son gente elegante de la Alemania de 1931. No creo que esas personas fueran a un sitio sórdido donde las chicas salen a escena con las medias rotas. Iban a ver un espectáculo picante, no iban a un prostíbulo", dice.

Por eso, su Cabaret tiene un vestuario (diseño de Antonio Belart) especialmente cosido a mano, para cada artista y para la ocasión, con telas compradas en París. La escenografía (que Ricardo Sánchez Cuerda ha logrado crear, merced a unas obras realizadas en los accesos al teatro) representa hasta 19 escenarios diferentes, siendo el Kit Kat Klub el más espectacular; y todo gracias a la iluminación (obra de Juanjo Llorens) que combina todo tipo de luminarias, desde las antiguas incandescentes hasta los leds más modernos y el sonido, diseñado por Gastón Briski.

La dirección musical de Raúl Patiño logra que el efecto de escenario (en el fondo el público mira a través del objetivo a un cabaret de los años 30) multiplique la sonoridad de unas canciones (cuyas letras han sido traducidas por el propio Azpilicueta) coreografiadas por Federico Barrios.

Con libreto de Joe Masteroff, música de John Kander y letras de Fred Ebb, esta es la tercera vez que Cabaret se representa en España. Los productores, SOM Produce, no han querido desvelar cuántas canciones de la banda sonora del musical y de la película sonarán en este Kit Kat Klub, pero sí han asegurado que "la gente va a encontrar lo que espera, lo que es conocido y lo que le es familiar".

Fuente: http://www.elmundo.es/madrid/2015/09/25/5605655eca474156188b4596.html

Categoría: OCIO Sábado 26 de Septiembre del 2015

10 escapadas de puro otoño

Recogida de setas en Riofrío, en Segovia. / Andrés Campos

Los grandes hayedos del norte (Irati, Saja, Ordesa…) están preciosos en otoño, es verdad, pero el que sabe busca para variar rincones menos transitados. Donde menos se piensa, hay oro: una selva de castaños en Extremadura, cientos de variedades de setas en la sierra de Huelva o ciervos berreando a solo una hora de Madrid. Con las lluvias otoñales renacen ríos y cascadas. Y el aire, oloroso a ollas y magostos, se llena de aves que migran a África. El que cierra la puerta y se recoge al calor del hogar no sabe lo que se pierde.

Una calle de San Martín de Trevejo (Cáceres. / Andrés Campos

01 El castañar de los Abuelos

San Martín de Trevejo (Cáceres)

El fuego arrasó este verano 7.800 hectáreas de la sierra de Gata, pero eso, siendo mucho, es una mínima parte de la superficie total (un 6%) y aún quedan bosques para andar y no parar en varios años. Como el castañar de los Ojestos, en San Martín de Trevejo, que es el más extenso de Extremadura y, en otoño, un deslumbrante mar de hojas amarillas. En un par de horas, por la calzada romana que sube al puerto de Santa Clara, se atraviesa esta selva donde asombran al caminante dos mastodónticos castaños llamados los Abuelos y las chorreras del río de la Vega. Después de caminar, apetece relajarse en el spa de la Hospedería Conventual Sierra de Gata, antiguo convento franciscano de San Miguel, del siglo XV. Y cenar algo típico y casero en el restaurante Os Arcus (927 51 32 04), como la ensalada de naranja mañega, el potaje de arroz y bacalao, el esparragao (berza rehogada con patata, pimentón y torreznos) o las setas, de las que hay para aburrir en esta sierra.

El roblon de Estalaya, cerca de Cervera de Pisuerga (Palencia). / Andrés Campos

02 En busca del Roblón

Cervera de Pisuerga (Palencia)

Ojiplático se queda el huésped del parador de Cervera al asomarse a la terraza de su habitación y descubrir, a vista de águila, el Pisuerga remansado en el embalse de Ruesga y todas las cumbres de la Montaña Palentina, desde el pico Almonga, que está justo enfrente, hasta la mole piramidal del Espigüete y la verdinegra del Curavacas, máxima altura del macizo (2.520 metros). Vale la pena madrugar para ver cómo el primer sol hace de oro estos bosques y luego desayunar fuerte, como aquí se estila (salchichón de venado, chorizo de jabalí…), para andar sin desmayo por el monte. Imprescindible la senda que conduce al Roblón de Estalaya, un roble albar exagerado, que ha resistido 500 años al hacha y al fuego en lo alto del cerro de San Cristóbal. Por este camino (circular, de 4,6 kilómetros, bien señalizado) se ven además hayas, rebollos, serbales, mostajos y guillomos que el otoño pinta de los más vivos colores. Y también ricos boletus, porque estos montes del norte de Palencia son un paraíso micológico. Los restaurantes Peñalabra, Pacho y el del parador, entre otros, participan en las Jornadas Gastronómicas de las Setas, que este año celebra su 12ª edición.

Casarsa

03 Tarta ‘tatin’ madrileña

La Hiruela (Madrid)

En el alto Jarama, al lado del archifamoso hayedo de Montejo, se encuentran los nada conocidos, pero no menos bellos, bosques de La Hiruela. La senda de las Carboneras, que recorre la dehesa de robles centenarios donde se fabricaba el combustible vegetal, es un diez en otoño. Y la senda de Molino a Molino, que discurre por los sotos del Jarama, entre robles melojos, álamos blancos, sauces, chopos y abedules radiantes como bombillas, un once. Un buen lugar para comer es Casa Aldaba, en cuya carta no faltan en esta época los huevos escalfados con boletus y la tarta tatin elaborada con los codiciados peros (una variedad de manzana) de La Hiruela. Esta casa de piedra tradicional ofrece también alojamiento con vistas a la dehesa de robles.

04 Hongos dignos de un césar

Alájar (Huelva)

No solo de bellotas y jamón ibérico se vive en la sierra de Aracena. También de los frutos que llueven en otoño en sus castañares y de las setas que proliferan en sus variados bosques (encinares, alcornocales, quejigares, rebollares, pinares…), haciendo de esta comarca uno de los enclaves con más diversidad micológica de España. Setas tan apreciadas como las que llaman tanas (Amanita cesarea) y tentullos (Boletus aereus), que en otros lugares ni se huelen, aquí se recolectan en grandes cantidades. Lynxaia organiza rutas micológicas que acaban con un banquete digno de césares en la Posada de San Marcos, en Alájar. La posada es un alojamiento ecológico, con energía geotérmica, aislamientos naturales (corcho y lana de oveja) y desayunos a base de patés, mantecas y mermeladas caseras. Y Alájar, uno de los pueblos más encantadores de la sierra, con los típicos llanos (empedrados artísticos de dibujos geométricos o figurativos) delante de cada casita blanca. El perfecto plan otoñal: subir a la Peña de Arias Montano y seguir caminando entre castaños centenarios hasta Castaño de Robledo, otro pueblo de postal.

Un gamo en las praderas del palacio de Riofrío, en Segovia. / Andrés Campos

05 Los reyes se equivocaban

La Granja de San Ildefonso (Segovia)

Los reyes venían a pasar el verano a La Granja porque se está fresquito, pero es en otoño cuando los jardines de palacio lucen verdaderamente regios, con sus 70.000 árboles (la mayoría, de hoja caduca: fresnos, tilos, robles, arces, castaños de Indias…) y sus 30 kilómetros de setos de carpe y haya reventando de colorido, como fuegos de artificio a cámara lenta. En los pinares de Valsaín, que es un barrio de La Granja, se cogen níscalos y Boletus edulis. La casa rural La Querencia de Valsaín es una base idónea para salir de recolección. Y también de ruta ciclomontañera, porque es bike friendly. Cerca de La Granja (a 17 kilómetros) están el palacio rosa de Riofrío y su bosque acotado de 700 hectáreas, donde en esta época se puede presenciar la berrea de los ciervos y la ronca de los gamos.

El monasterio de Santo Estevo, con sus tres claustros, en la Ribeira Sacra orensana. / Andrés Campos

06 Platos que saben a bosque

Santo Estevo de Ribas de Sil (Ourense)

La Ribeira Sacra es en otoño como un semáforo que vira del verde al amarillo de sus castañares, y del amarillo al rojo de los viñedos de uva mencía que se vendimian con mil sudores en las empinadísimas laderas del cañón del Sil. Buen momento para echar el freno en el monasterio de Santo Estevo, joya hotelera y monumental de la comarca, cuyo origen se remonta al siglo VI, con tres claustros, spa y restaurante desde el que se ve y se saborea el bosque circundante, presente en platos como los huevos rotos con salteado de castañas pilongas y chorizo de manzana.

07 Enganchados a los ‘boletus’

Ezcaray (La Rioja)

En los bosques que arropan Ezcaray hay tanta seta (Boletus edulis y pinophilus, sobre todo) que los vecinos andan muy ajetreados, todo el día arriba y abajo con las cestas llenas. Los hay que salen a buscar dos veces, por la mañana y por la tarde. El momento cumbre son las Jornadas Micológicas, del 25 de octubre al 8 de noviembre. Para comer setas (y también caza), el sitio indicado es Casa Masip. Otro templo gastronómico, con dos estrellas Michelin, es El Portal de Echaurren, donde se pueden saborear platos tan evocadores del otoño ezcarayense como uno titulado Bajo un manto de hojas secas, que recrea un paseo por un hayedo. Antes de marchar, hay que comprar nueces y caparrones en El Colmado (Sagastía, 5).

El cráter del volcán de Santa Margarida en la Garrotxa (Girona). / Andrés Campos

08 Un hayedo entre volcanes

Santa Pau (Girona)

Bonitos pueblos medievales hay muchos, pero rodeados de volcanes, solo en la Garrotxa, donde hasta hace 10.000 años (casi ayer, en la escala geológica) hubo erupciones que dejaron el paisaje lleno de cráteres (unos 40) y coladas basálticas (más de 20). Para más singularidad, cerca de Santa Pau hay un hayedo excepcional, la Fageda d’en Jordà, que está a 550 metros de altitud y sobre llano, cuando lo normal es que las hayas medren entre los 1.000 y 1.700 metros, y en terrenos más bien empinados. Esto solo se explica por lo mucho que llueve en la comarca. El itinerario pedestre número 1 del parque natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa permite recorrer sin pérdida este insólito hayedo, al que Joan Maragall dedicó un poema, y encaramarse también al volcán de Santa Margarida, en cuyo cráter, de 330 metros de diámetro, hay un prado circular y, haciendo diana en el centro, una ermita románica. Mas Can Batlle ofrece uno de los mejores alojamientos de la zona en una antigua masía y el restaurante Masnou, un menú degustación contundente y nada caro, de 14 platos, incluidas las típicas fesols (alubias) de Santa Pau.

Cascada entre hayas en las cercanías de Goiuri (Álava). / Andrés Campos

09 Goiuri Álava

Cien metros de cascada

Hayedos y quejigales, templos románicos y prados atiborrados de ovejas melenudas. El río Oiardo atraviesa unos paisajes de égloga antes y después de precipitarse en una cascada de más de cien metros de altura en el noroeste de Álava, al lado mismo del pueblo de Goiuri. Hay que ver el salto cuando arrecian las lluvias de otoño, con bastante agua, blanco y larguísimo cual guedeja de oveja latxa, entre los ocres, rojos y dorados de los bosques circundantes. Para observarlo a placer existe un mirador al que se accede por un camino que sale a la derecha de la carretera A-2521 antes de llegar a Goiuri desde Izarra. El salto del Nervión, que es la cascada más alta de España (270 metros), tampoco anda lejos. El agua cayendo por un acantilado es muy bella, sí, pero para beber, es mejor la cerveza Baias que elaboran artesanalmente en el pueblo de Oiardo. Otra compra gastronómica ineludible son los quesos de Idiazábal de Basterra Anaiak, hechos en el mismo Goiuri. Para alojarse, a cien metros de la cascada, está Ugarzábal, una casa rural con huerto ecológico y unos propietarios a los que es imposible no querer.

10 Temporada alta en las marismas

Santoña (Cantabria)

Tradicionalmente, Santoña es igual a playa e igual a verano, pero cuando se pone a tope de verdad es en otoño. A tope de aves. Entre las que pasan buscando latitudes más cálidas y las que habitan todo el año, se juntan en sus marismas hasta 20.000 de 120 especies diferentes. En octubre y noviembre abre el centro de interpretación del parque natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, que se encuentra en el puerto, en un edificio con forma de barco. En el mismo inmueble está el Restaurante de Pilar, donde los jibiones y las lubinas salvajes saltan directamente del barco al plato. Se pueden atravesar las marismas en coche siguiendo la carretera de los Puentes (CA-241), recorrerlas en barco con un guía ornitológico o hacer una ruta a pie por la zona más próxima a la playa de Berria. Justo aquí hay un plácido hotelito cuyas 11 alcobas tienen nombres de aves: la Posada Las Garzas. Un buen lugar para descansar.

Fuente: http://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/09/24/actualidad/1443090390_431734.html

Categoría: OCIO Viernes 25 de Septiembre del 2015

Cinco rincones de Madrid donde disfrutar de una comida saludable

Aún hay esperanza para los golosos. Y es que cuidar la línea no tiene por qué estar reñido con el amor por el dulce. De hecho, por las calles de Madrid, se pueden ver cada vez más locales destinados a proporcionar pequeños caprichos gastronómicos sin que disfrutarlos se convierta en un exceso de azúcar y grasas.

Incluso están proliferando aquellos que buscan satisfacer el espíritu goloso de muchos celíacos y personas con intolerancias alimentarias, que rara vez encuentran opciones que no pongan en riesgo su salud.

Estos son cinco rincones de la capital en los que perderte sin remordimientos:

Celicioso

Aunque parezca imposible, y más tratándose de postres, sí hay vida más allá del gluten. Ya sea por intolerancia a él, o por gusto, quienes quieran disfrutar de todo tipo de postres (y algunas variedades saladas) sin esta proteína procedente de los cereales, este es su lugar. En Celicioso descubrirás la otra cara de las tartas, cupcakes y cookies tradicionales sin perder lo más importante: ¡su sabor!

Foto: Cortesía de Celicioso

Lolo Polos artesanos

El verano aún no ha acabado, y todavía nos siguen persiguiendo las ganas de llevarnos a la boca algo fresquito. Por eso en este local te ofrecen a los Lolos, unos polos compuestos de hasta un 75% de fruta. Sin colorantes ni ingredientes artificiales. ¡Todo natural!

Foto: Cortesía de Lolo Polos artesanos

Bye Bye Sugar

¿Te apetecen unos pasteles sin azúcar para la merienda? Entonces deberías visitar ByeBye Sugar, una pastelería que surgió ante el deseo de elaborar las recetas de toda la vida pero con un giro saludable. La tarta de zanahoria, el crumble de manzana o el hojaldre de crema son varias de sus especialidades. Aunque, para ser sinceros, ¡es muy difícil decidirse solo por una!

Fotos: Cortesía Bye Bye Sugar

Mistura

En esas tardes calurosas en las que la sed incita a beber algo distinto, Mistura ofrece tés helados, cafés con leche de todos los tipos (desde la de granja hasta vegetales) y zumos o smoothies de frutas y verduras. Sí, ¡de verduras! Como el 'Veggie', una deliciosa mezcla de zanahoria, apio, pepino y jengibre. ¡Te sorprenderán!

Singlutentaciones

Este local madrileño, que tiene un acuerdo con la Asociación de Celíacos de Madrid (ACM), nació para dar cabida a los dulces dentro de las dietas restringidas por intolerancias alimentarias. Por eso, han llegado a crear sus propias versiones de postres, empanadas y clásicos navideños (como el roscón o los polvorones) pero sin gluten ni lactosa.

Foto: cortesía de Singlutentaciones

Y es que prohibirse determinados alimentos puede frustrar cualquier intento de mantener en el tiempo un estilo de vida saludable. Pero con todas estas propuestas, ¿a quién podría amargarle un dulce?

Fuente: http://www.elmundo.es/yodona/2015/09/23/55e4364a46163fc85b8b4576.html

Categoría: OCIO Jueves 24 de Septiembre del 2015

El mexicano Tepic emigra a los barrios finos

  • Nuestro cronista culinario visita el nuevo Tepic, inaugurado recientemente tras la mudanza que le ha llevado del barrio de Chueca al de Salamanca

Tiempos de mudanza. Este restaurante mexicano se ha trasladado de...

Tiempos de mudanza. Este restaurante mexicano se ha trasladado de Chueca a Salamanca.

Siete años y medio ya: dábamos en esta página, en la primavera de 2008, noticia de la apertura de un pequeño restaurante mexicano en Chueca, que no proponía el habitual fraude tex-mex ni la más auténtica pero limitada cocina de la popular cadena La Panza Es Primero/Barriga Llena, tan presente en el barrio. En un espacio pequeñito, de decoración moderna, minimalista y urbana que rechazaba todos los estereotipos mexicanos, Tepic nos acercaba a la cocina yucateca del Estado de Nayarit, tan diferente de las del norte del país, de las cuales, además, siempre hemos tenido una imagen distorsionada por ese dichoso tex-mex. Así que Tepic se estableció como algo diferente y se fue ganando fama como tal, hasta conseguir un hito muy infrecuente en esta ciudad tan maltratada por Michelin: un bib gourmand a la excelente relación calidad-precio en la edición 2015 de la guía roja.

Quizá ese galardón haya sido el detonante de la reciente mudanza de Tepic. O la general tendencia del sector mesonero, cada día más acentuada, a instalarse en el acomodado barrio de Salamanca, donde -es curioso recordarlo- hace 20 o 30 años apenas había algún restaurante con ambiciones gastronómicas. O quizá un deseo más específico: el de estar al lado de ese polo de interés foodie en que se ha convertido la última planta de El Corte Inglés de Serrano, 52, con las atractivas propuestas asiático-americana de David Muñoz, StreetXO, y mexicana de Roberto Ruiz, Cascabel.

En todo caso, desde hace pocos días el gentrificado Tepic de Ayala funciona ya, en un marco un poco laberíntico como son casi todos los locales en casas antiguas de este barrio -ya albergó antaño otras casas de comidas-, pero puesto con más lujo, con esos bonitos azulejos mexicanos, esa gran barra para tomar margaritas varias y aún más variados mezcales artesanos...

Y la cocina, que es lo que aquí nos interesa, ¿qué? Pues sigue a cargo de Ángel Rodríguez, un buen cocinero que lleva los fogones desde los inicios. Por lo que hemos podido probar, el tono general es muy similar al de Chueca, aunque algunos platos se hayan cambiado por otros o se hayan introducido algunos completamente nuevos.

El guacamole, la enchilada de flor de calabaza, el fresco ceviche de pescado siguen tan apetecibles como siempre, como las salsas de chiles, gran especialidad. Los nuevos y algo opulentos -barrio de Salamanca...- tacos de solomillo, a la brasa con cebolla asada y salsa de aguacate, están muy bien. La nueva versión del panucho yucateco -una tortilla gordita de maíz untada en frijol negro y cebolla macerada en limón verde, rellena de un guiso de cochinita pibil- está exquisita, claramente superior a la primera que conocimos en Chueca, con queso y guacamole.

Sin embargo, se echa en falta alguna mayor ambición gastronómica aprovechando la mudanza: se nota en unas enfrijoladas de pollo en las que la salsa de alubias negras, nunca excesivamente sabrosa, no disimula un pollo insípido, modelo supermercado de barrio. Echamos de menos aquellas enmoladas: el mismo pollo, pero aquel mole poblano podía con todo. Aunque esa materia prima...

Selección muy breve de cervezas, y los postres habituales: buen dulce de cajeta.

Qué: Tepic

Dónde: Ayala, 14. Tfn.: 91 522 08 50.

Cuánto: de 40 a 50 euros.

Cuándo: no cierra.

Calificación global: 14/20

Fuente: http://www.metropoli.com/comer/2015/09/21/55ffbc3446163f042b8b456d.html

Categoría: OCIO Miércoles 23 de Septiembre del 2015

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